Es requisito indispensable, creo, que para pasar a la historia del cine como uno de los grandes directores tienes que tener una capacidad inusitada para las imágenes icónicas, magnéticas. Dudo mucho que a estas alturas alguien dude de esa capacidad en grandes como Hitchcock o Kubrick y de por qué los planos de algunas de sus películas nos siguen asaltando en mitad de la noche, tras despertar exaltados de algún sueño olvidado. Esas imágenes forman ya parte de nuestro subconsciente y nos provocan todo tipo de emociones aún cuando se sacan de su contexto original, fuera del montaje narrativo para el que fueron construidas. De hecho, es posible que esa descontextualización nos provoque otro tipo de emociones, mucho más oscuras y atávicas.
La muestra de ello es este maravilloso trabajo de Adrien Dezalay, Emmanuel Delabaere, Simon Philippe donde nos cuentan una curiosa historia combinando temas de los distintos universos de los dos maestros del séptimo arte. Poniendo a James Stewart como protagonista, nos hacen viajar al compás de la música de Bernard Hermann por un mundo onírico, plagado de sorpresas que nos harán estallar la cabeza. Disfrutadlo con moderación.
